miércoles, 10 de agosto de 2011

El dilema libanés: la situación en Siria




El Primer Ministro libanés, Najib Mikati defendió la posición del gobierno, diciendo que no iba a interferir en los asuntos internos de Siria; Mikati caracterizó a la violencia en Siria como "triste" y pidió a los políticos que dejen de utilizar los acontecimientos que ocurren en Siria con fines políticos. Los comentarios fueron una acusación implícita para el ex primer ministro libanés, Saad Hariri -cercano aliado de Arabia Saudita- ha criticado duramente las opiniones del gobierno libanés sobre el tema.

Por ello las rivalidades históricas libanesas sobre Siria ahora se están exacerbando. Mientras que la Coalición 8 de Marzo la liderada por Hezbollah sigue defendiendo su apoyo al régimen sirio en su ofensiva contra los grupos de la oposición, el Movimiento del Futuro liderado por Alianza 14 de Marzo pidió a las autoridades sirias que pongan fin a los "crímenes contra la humanidad" y rápidamente ponga en práctica las reformas políticas.

En defensa de Siria, el líder del Movimiento Patriótico Libre, Michel Aoun rechazó los informes de incidentes en Siria, que describe la situación del país lo más tranquilo, con la excepción de algunos "incidentes menores” y acusó a Occidente de tratar de dividir al pueblo sirio y provocar luchas civiles provocan en un intento por debilitar al régimen y servir a los intereses de Israel.

Nabih Berri justificó de la posición del gobierno, dentro del Consejo de Seguridad, como una posición que evitó la decisión de lanzar una guerra contra Siria y condujo a una declaración equilibrada que instó a la implementación de las reformas al mismo tiempo que busca poner fin a los intentos de provocar conflictos entre los sirios.

En Líbano, las divisiones sobre Siria son visibles en todas partes y -dependiendo de su lealtad- lo medios transmiten la versión de Damasco que culpa a "bandas armadas" por el caos o -en el caso opuesto- señala a los manifestantes como un conjunto popular de la sociedad. El factor dominante en Líbano es que una guerra civil en la vecina Siria se trasponle a suelo libanés.

Como ofensiva de Siria contra los manifestantes es sangrienta, está teniendo repercusiones en uno de los aliados más importantes de Damasco y erosiona la reputación del grupo militante Hezbollah.

En las recientes protestas de los sirios contra el presidente Bashar Al-Assad, también se vieron escenas de ira contra Hezbollah –chiita- por su contundente apoyo al régimen sirio. Algunos manifestantes prendieron fuego a la bandera amarilla de Hezbollah y a fotos del líder del grupo, jeque Hassan Nasrallah. Tales protestas son novedosas en un país que se enorgullece de ser un bastión de la resistencia contra EE.UU. e Israel y que es aliado de Hezbollah.

La ira contra Hezbollah ilustra la delicada y contradictoria situación del movimiento chiita. Por un lado, la fuente de su popularidad -incluso entre los sunitas en la región- ha sido su imagen como una fuerza patriótica que defiende a Líbano contra Israel y por otro sus alianzas, cerca de Siria y más aún a Irán, lo hacen vulnerable a las acusaciones de que no es más que una herramienta para ambos regímenes.

La realidad es que el actual gobierno no se atreve a tomar una posición que aleje a su principal aliado –Hezbollah- y contribuya así a su propia desaparición; si el gobierno de Al-Assad fuese a caer y un nuevo representante de los sirios se instala en Damasco, la capacidad de imponerse por parte de Hezbollah dentro de Líbano se vería seriamente afectada y se dificultaría la posición de los chiitas pro-iraníes frente a los sunitas libaneses cercanos a los sauditas y Occidente.

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