lunes, 7 de mayo de 2012

Elecciones en Líbano: ¿Agenda libanesa o siria?


Los acontecimientos en Siria se reflejan de manera inmediata en Líbano y comienzan a suplantar los problemas cotidianos por nuevas situaciones que, si bien son ajenas a los libaneses, los involucran en el conflicto del país vecino.

Malek Al-Kurdi, subcomandante del Ejército Libre Sirio (ELS), dijo en comentarios publicados en el periódico As-Sharq al-Awsat, que el actual gobierno libanés era parte del régimen sirio. Al-Kurdi también dijo que las políticas del gobierno libanés probablemente desestabilicen la región y agregó que agentes de Inteligencia sirios estaban activamente persiguiendo a los miembros de la oposición siria en el Líbano.

Mientras que el embajador sirio en Líbano, Ali Abdul Karim Ali, elogió la interceptación por parte de la marina libanesa del buque Lutfallah II que llevaba armas a bordo destinadas a la oposición siria “supuestamente enviadas desde Qatar, Arabia Saudita y otros países están detrás de los incidentes en Siria, Líbano y la región", dijo Ali a los periodistas tras reunirse con el Ministro de Relaciones Exteriores Adnan Mansour.

Hassan Diab es un investigador libio que ha trabajando con un grupo de abogados estadounidenses e internacionales que preparan una demanda contra la OTAN para ser presentada ante la Corte Penal Internacional; Hassan y sus amigos vieron que al barco Lutfallah II siendo cargando en Benghazi, Libia. Hassan afirma que el barco es muy conocido en los muelles de Qatar y Arabia Saudita mientras que un total de cinco almacenes en el área de Bengasi y Misrata suministraron las armas y el dinero para contratar el buque.

Los libios han informado de que las armas interceptadas en el barco son de las reservas sobrantes de la campaña de la OTAN en Libia y que algunas provienen de los arsenales de Qatar y Arabia Saudita que fluyeron a Libia durante los seis meses de enfrentamientos contra Gadafi. Se sabe ahora que el Lutfallah envío II fue financiado por dos empresarios sirios que viven en Arabia Saudita., además, el capitán del barco y la tripulación están afiliados a la oposición siria; por otra parte, pese a las afirmaciones que la carga era de mercancía general, Libia no exporta muchos bienes y su mayor bien es el petróleo crudo ligero y el II Lutfallah evidentemente no es un petrolero.

Con el levantamiento en Siria y los enfrentamientos internos, la política en Líbano se dividido en líneas antagónicas de pro versus anti-sirios y aunque muchos asumieron que sería una cuestión de tiempo antes que el país fuese sacudido por un nuevo conflicto entre chiitas y sunitas, ello no está sucediendo.

Existe un reconocimiento tácito entre ambos bandos que un enfrentamiento podría llevarlos a una situación de incertidumbre mayor cuyo resultado se desconoce, pero que sin lugar a dudas podría afectarlos gravemente.

Hezbollah, el principal grupo pro-sirio y principal partido dentro del gobierno libanés, se mantiene fiel a su prioridad de mantener el status quo –que ahora le es favorable- y evitará una confrontación que lo ponga contra la sociedad libanesa por apoyar al régimen sirio.

Por otra parte, la presión internacional comienza a sentirse en Beirut. Las visitas de la semana pasada, de Irán y EE.UU., vinieron a marcar los límites que cada actor tolerará dentro del conflicto; por ello la economía ha sufrido el control bancario de EE.UU. y ha sugerido que se atengan a las sanciones contra Siria. Irán ha visto con beneplácito que el gobierno de Mikati no haya lanzado su peso contra el régimen sirio con las condenas regionales sino que solo haya implementado una tibia política de disociación.

La crisis siria ha puesto a los sectores pro-sirios a la defensiva, Hezbollah especialmente, ya que por un lado un partido chiita no pueden apoyar a un líder alawita que reprime a sunitas mientras que se ve limitado por la posibilidad estratégica que el régimen caiga y debilite a los chiitas en la región. El efecto contrario se está observando en los partidos sunitas que ven en la crisis la posibilidad de un avance contra Hezbollah; las monarquías del Golfo han redoblado sus esfuerzos diplomáticos y económicos para apuntalar a la oposición libanesa.

Al medio de la escena se sitúa el Primer Ministro libanés, Najib Mikati, que intenta un equilibrio entre las demandas de su coalición de gobierno liderada por Hezbollah y las embestidas de los sunitas liderados por Saad Hariri. El equilibrio de Mikati se traduce en actos a favor de uno y otro bando: Líbano se ha excusado de apoyar las decisiones de la Liga Árabe pero a su vez ha tratando de equilibrar las demandas del régimen sirio contra el contrabando de armas a los rebeldes; mientras que la marina libanesa interceptó un cargamento de armas se hace la vista gorda sobre los elementos del Ejército Libre Sirio refugiados en Trípoli.

La pregunta es de que manera influirá la situación en Siria sobre las próximas elecciones parlamentarias libanesas de 2013, se ignora si el electorado votará a favor de la actual política de “disociación” de Mikati, si castigará la falta de un apoyo concreto al régimen de Al-Assad o si por el contrario se concentrará en la agenda doméstica y las deficiencias en la economía e infraestructura libanesas.

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