jueves, 5 de julio de 2012

La Guerra Fría entre sunitas y chiitas en Líbano


Las tensiones en la frontera norte con Siria fueron en aumento, leugo de más de una semana de enfrentamientos y el secuestro de dos miembros de la Seguridad General por fuerzas sirias; si bien hay informes contradictorios sobre el secuestro en la aldea fronteriza de Bqayaa, algunas fuentes señalaron que las personas que entraron en a Líbano y tomaron a los miembros de Seguridad General eran de los grupos paramilitares sirios "shabbiha".

Sin embargo, el incidente del lunes no fue aislado ya que varios residentes de Wadi Khaled dijeron que en los últimos 10 días han visto un aumento en los enfrentamientos nocturnos, entre el ejército sirio y grupos armados del lado libanés de la frontera. Los residentes sostienen que los grupos armados suelen disparar desde Líbano a Siria, lo que ha provocado que el ejército sirio responda a lo que llamaron "uso indiscriminado" de las armas de fuego. Los incidentes han llevado a los líderes de los clanes de Wadi Khaled para organizar una serie de reuniones, en un esfuerzo para albergar el área de la tensión en la frontera. Las familias más importantes de la zona son los Ghneims y los Atiqs.

El presidente libanés, Michel Sleiman, negó que el Ejército Libre Sirio (ELS) haya establecido campamentos en el norte de Líbano; estas declaraciones son en respuesta a las reclamaciones de Suleiman Franjieh, líder del Movimiento Marada, quien ha declarado que los rebeldes sirios habían establecido cinco campos en el norte de Líbano. Sleiman sostuvo que el ejército libanés controla las fronteras e hizo hincapié en la importancia de la aplicación de las decisiones de la Declaración de Baabda que se emitió durante el 11 de junio sesión de diálogo nacional de mantenerse neutrales sobre Siria.

El Primer Ministro libanés, Najib Mikati, le aseguró el embajador de Arabia Saudita en Líbano, Ali Awad al-Asiri que el gobierno está tomando las medidas necesarias para salvaguardar la seguridad en el país. Durante su entrevista, el enviado saudita expresó su esperanza que todos los partidos políticos en Líbano realicen los esfuerzos necesarios para garantizar la seguridad y la estabilidad en el país, especialmente teniendo en cuenta que “Líbano es querido por el Reino, y cuenta con el generoso y continuo apoyo del Rey Abdullah."

Mikati sostuvo que el gabinete libanés está tomando las medidas necesarias para preservar la seguridad en Líbano, y que “nuestros hermanos árabes, especialmente los saudíes, son bienvenidos para visitar Líbano en cualquier momento”, en especial luego que el Reino le sugirió a sus nacionales que se abstengan de visitar Líbano por razones de seguridad.

La manifestación organizada por el jeque sunita Ahmad Al-Asir, en la ruta este de Sidón en protesta por el desarme de Hezbollah; fue considerada por algunos sectores como una iniciativa del bloque de Saad Hariri; pero los diferentes actores políticos, económicos y religiosos en "la capital del sur" no proporcionaron ninguna protección política para dicha acción. Sin embargo el Movimiento del Futuro y la oposición no están directamente vinculados al jeque Al-Asir, según otras fuentes, las acusaciones de que el movimiento está fomentando el jeque Asir tienen la intención de desviar la atención de las verdaderas razones detrás de este fenómeno.

Estas protestas en el fondo son un pretexto para que otros se presenten como defensores de los derechos de la comunidad sunita, mientras actúan como "leones” el Movimiento del Futuro se convierte en "ovejas", puesto que ya ha utilizado todas las cartas que se pueden utilizar para ajustar la situación política entre chiitas y sunitas; Hariri no dudó en dar concesiones a cambio de la protección de la paz y sin embargo, fue atacado por Hezbollah y Michel Aoun.

Los sunitas de Líbano, junto con los maronitas, fueron los principales fundadores de la sociedad libanesa moderna, sus Primeros Ministros salieron de las principales familias sunitas de Beirut y Trípoli, como los Solhs Salams y Karamis; pero en los últimos 30 años, los sunitas han visto desafiado su dominio en las comunidades islámicas por el emergente chiita, encarnado inicialmente por el Movimiento Amal -con el Imam Musa Sadr- y luego por Hezbollah. Muchos sunitas libaneses creen que han sufrido una serie de golpes en los últimos siete años que han dejado a la comunidad tambaleando: primero fue el asesinato de Rafiq Hariri en 2005; luego los enfrentamientos callejeros de 2007 y principios de 2008; en mayo de 2008, Hezbollah y sus aliados políticos atacaron al oeste de Beirut; en 2011 el Tribunal Especial para Líbano elevó a juicio a 4 chiitas por el asesinato de Rafiq Hariri y por último Hezbollah virtualmente derrocó a Saad Hariri el año pasado.

El surgimiento de los elementos salafistas liderados por el jeque Ahmad Al-Asir en principio, parecían responder a esta lógica de contención del avance chiita en Líbano, pero lo cierto es que la retórica sectaria de Al-Asir, su actitud de intimidación y desafío de toda la autoridad del Estado hacen que Hezbollah parezca un partido mucho más integrado al sistema y democrático. Hezbollah probablemente se beneficie de la aparición de los salafistas y no harán nada para detener Al-Asir porque en el fondo ha servido para asustar a la comunidad chiita y aglutinarla alrededor de Hezbollah; la resistencia se ha transformado en el garante de la seguridad de los chiitas, además de la ya auto-proclamada defensa de la soberanía libanesa.

Tanto Al-Asir como Hezbollah está utilizando a sus comunidades para avanzar con sus agendas personales y políticas, mientras que se utilizan mutuamente; el malestar de las armas de Hezbollah se deriva de la debilidad sunita frente a estas y por ello es comprensible que Al-Asir pida que sean entregadas al Estado, ciertamente Al-Asir no es tampoco la mejor solución. Tanto Nasrallah y Al-Asir se alimentan de los miedos e instintos, su retórica se basa en la dignidad de las comunidades y en el honor religioso se cada una de ellas; mientras en Beirut, la ira y la frustración que sienten muchos sunitas se ve atenuada por una sensación de desesperanza por enfrentar el dominio de Hezbollah.



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