La violencia en Trípoli amenazó con salirse de control la madrugada del viernes, ya que los esfuerzos del ejército no lograron detener el derramamiento de sangre en la segunda ciudad del Líbano, que ya se ha cobrado la vida de al menos 18 personas; de acuerdo con el patrón de los cuatro días anteriores, los enfrentamientos se intensificaron de nuevo la noche del jueves -con morteros y fuego de ametralladoras- y fuentes de seguridad dijeron que todos los esfuerzos por lograr un alto el fuego fracasaron y que los contactos entre los políticos y los líderes armados de Bab Al-Tabbaneh habían sido cortados.
Los comandantes sunitas de Bab al-Tabbaneh exigían que Rifaat Eid, jefe del Partido Democrático Árabe que domina Jabal Mohsen, salga del barrio; otra exigencia es que Hezbollah se retire de la ciudad siria de Qusayr. Los combates en Trípoli comenzaron el domingo, poco después que el ejército sirio con el respaldado de combatientes de Hezbollah, comenzó un asalto masivo contra los rebeldes sirios en Qusayr.
Los combates entre los barrios de Jabal Mohsen y Bab Al-Tabbaneh, se han prolongado durante décadas, pero esta última ronda de enfrentamientos ha sido inusualmente feroz y está probable ligada al conflicto en Siria; la actual lucha se ha propagado más allá de las tradicionales líneas de batalla del vecindario, con hombres enmascarados que se enfrentaron por casi dos horas contra las tropas libanesas en el callejón Khnaq de Abu Samra -al sur de Trípoli- después de la medianoche. Fuentes de seguridad estimaron que cerca de 1.200 proyectiles de mortero y granadas propulsadas por cohetes fueron disparados en Trípoli entre las 9 pm del jueves y 7 am del viernes.
La participación de Hezbollah en la lucha en Qusayr también ha agravado las tensiones entre los grupos partidarios del Sheikh salafista Ahmad Asir y los partidarios de chiitas de Hezbollah, al sur de Líbano; Asir envió combatientes sunitas para apoyar a los rebeldes en la ciudad siria y estableció sus "Brigadas de la Resistencia libres" en Sidón para defenderla contra las amenazas de Hezbollah, según el líder religioso sunita. En los enfrentamientos de noviembre, 3 personas murieron en Taamir y Asir ha surgido en los últimos dos años, como un duro crítico de las armas y del apoyo al régimen sirio, de Hezbollah.
Las fuerzas gubernamentales libanesas son superadas por Hezbollah, pero el grupo chiita -paralizado por un sistema político estancado y la ruptura sectaria- tiene una capacidad limitada para detener a los militantes sunitas en lucha interna. Una figura de la oposición siria, con sede en el Líbano y que participa en el suministro de armas a los rebeldes anti-Assad en Siria, dijo que los salafistas habían estado presionando para llevar la guerra con Hezbollah a Líbano durante meses, en respuesta al creciente apoyo directo del grupo chiita al régimen sirio.
Varios elementos nuevos han transformado la tensión local crónica en algo mucho más siniestro: los vínculos directos entre los enfrentamientos en Siria y en Trípoli, el movimiento de un número creciente de combatientes salafistas en el norte del Líbano y otras partes del país en los últimos años, la movimiento de combatientes desde el norte del Líbano a Siria para apoyar a los rebeldes anti-Al-Assad, y el papel autoimpuesto de los salafistas libaneses de contrarrestar la influencia de Hezbollah en Líbano y en los combates en Siria -especialmente en Qusayr-.
Esto no es un desarrollo repentino o inesperado. Los salafistas han operado en pequeñas cantidades en lugares aislados de urbanos y rurales de Líbano desde hace algunos años, a menudo creciendo en proporción directa a los conflictos adyacentes en Irak y Siria. Los grupos de militantes se enfrentaron con el ejército libanés y las fuerzas de seguridad en el norte hace unos años, principalmente en el campo de refugiados palestinos de Nahr Al-Bared. Más recientemente, los funcionarios de seguridad libaneses, expresaron su preocupación por el creciente número de salafistas en Líbano, basados en los barrios urbanos salafista como Bab al-Tabbaneh o en algunos campos de refugiados palestinos que escapan al control del Estado como Ain al-Hilweh, al sur.
Esto significa que ahora tenemos por lo menos tres clases distintas e identificables de los movimientos islamistas en el mundo árabe que se dedican a la acción política, social o militar pública: Hezbollah y Hamas, grupos de resistencia que están fuertemente enraizados en los nacionalismos individuales; los partidos como Ennahda en Túnez o la Hermandad Musulmana egipcia, que operan dentro de los canales disponibles de la participación política y la contestación; y los militantes salafistas que utilizan la violencia e intimidación para imponer sus formas estrictas sobre la sociedad.
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