miércoles, 22 de agosto de 2012

La debilidad del Estado libanés


La cifra de muertos por los enfrentamientos entre alawitas y sunitas libaneses, derivados del conflicto en Siria, aumentó a por lo menos 12, luego que los combates entraron en su tercer día; los enfrentamientos fueron descritos como algunos de los más pesados desde el final de la guerra civil libanesa de 1975-90. Más de 100 personas han resultado heridas por los combates a lo largo de esta semana, en la ciudad norteña de Trípoli, entre el distrito sunita de Bab Al-Tabbaneh y la zona alawita de Jebel Mohsen.

El Ejército libanés fue desplegado en Trípoli, de acuerdo con un alto el fuego acordado por los grupos rivales, a pesar que los disparos aún se podían oír ya que algunos grupos anti-Al-Assad no han aceptado el alto el fuego, complica las posibilidades de fin de los combates en el corto plazo. En un intento de resolver la crisis en Tripoli, funcionarios políticos y de seguridad se reunieron en la residencia del Mohammad Kabbara, parlamentario del opositor Movimiento Futuro, donde se acordó un alto el fuego que entró en vigor a las 5:30 pm de hoy.

Curiosamente el ejército le pidió a los líderes políticos no intervenir en el terreno o contribuir al conflicto instigando conflictos y les pidió a los partidos políticos que se “comporten de forma responsable durante esta difícil fase”. En un comunicado emitido en la tarde de hoy, el ejército libanés también negó que se hubiera retirado de las zonas de conflicto, y señaló que se sigue adhiriendo a un plan militar integral; también manifestó su disposición a entablar un diálogo con los comandantes de los grupos rivales en Tripoli "para enterrar sedición y reducir las tensiones que socaban la seguridad”.

Por otra parte, la Coalición 14 de marzo instó al gobierno libanés a que logre la liberación de todos los secuestrados en el país y expulse al embajador de Siria, ya que según ellos es donde los secuestros son planificados e instó al Estado libanés a "ordenar al Ejército libanés y las Fuerzas de Seguridad Interna que intervengan y liberen a todos los secuestrados y juzguen a los secuestradores."

Los miembros del clan chiita Al-Meqdad han secuestrado a más de 20 sirios y un ciudadano turco, a quien creían apoyaba a los rebeldes; los manifestantes, por su parte, quemaron neumáticos en la carretera hacia el aeropuerto internacional de Beirut la semana pasada, causando que un vuelo de Air Francia se desvíe a Damasco. El clan Al-Meqdad abiertamente se burla de la impotencia del gobierno libanés y la incapacidad para lograr la liberación de su pariente Hassan Al-Meqdad secuestrado en Siria; los Al-Meqdad dicen que sus compañeros de clan no tienen más remedio que tomar la ley en sus propias manos y se basan en el código tribal que prevalece en el valle de Bekaa -donde el clan Mokdad preside la producción de hachís- situación que llevó a Samir Geagea, líder del Partido Fuerzas Libanesas, a pedirle al gobierno la declaración del estado de emergencia, debido a que "Líbano no tiene apariencia de ser un país, la constitución no se respeta ni hay imperio de la ley. Los grupos armados hacen lo que les plazca, elaboran su propia política exterior, hablan en nombre del país y secuestrar a quien quieren".

Otros grupos locales se aprovecharon de la situación y sus "brazos armados" ad-hoc comenzaron a secuestrar trabajadores sirios, a destrozar propiedades de sirios y a atacar a los sirios a residentes en Líbano; los secuestros son vistos como el último eslabón de cadena de acciones que demuestran la noción pre-existente que el gobierno de Mikati es débil y que trata de gobernar a través de negociaciones con los grupos involucrados en actividades ilegales en lugar de hacerles cumplir la ley. Esta situación también ha comenzado a despertar las adhesiones locales, frente a los “ataques contra los chiitas” a manos de los sunitas sirios.

Los sucesos en Tripoli son parte de una suerte de chantaje político que el régimen sirio se ha perfeccionado a lo largo de sus cuatro décadas de control sobre Líbano. Desde el comienzo del levantamiento en marzo del año pasado, Al-Assad le dio a los rebeldes kurdos carta blanca en su lucha contra Turquía y bombardeó territorio jordano; en el caso de Líbano, el desbaratamiento de un complot liderado por el ex Ministro de Información libanés, Michel Samaha, que planeaba atentados en todo el país era demasiado bueno para ser cierto y provocó especulaciones sobre si Damasco estaba tan debilitado que los funcionarios de Beirut ahora debían cruzar a buscar explosivos.

La renovada de la ola de secuestros a sirios y turcos, los enfrentamientos intra-religiosos, y los actos de violencia sin sentido en Líbano, a todas luces constituyen un desbordamiento de la violencia en Siria sobre Líbano; mientras la desintegración del régimen sirio se acentúa con el paso de las semanas, los esfuerzos de Damasco por ganar tiempo y evitar su total colapso se suman a las operaciones políticas de la clase dirigente libanesa pro-siria que ahora ve amenazada su propia fuente de poder interna. Concretamente, tres partidos -Hezbollah, Amal y el Partido Nacionalista Social Sirio- comenzarán a ser arrastrados en el naufragio del presidente sirio, Bashar Al-Assad.

Inevitablemente, como ha sucedido en muchos momentos de la historia moderan libanesa, algunos grupos se verán tentados a imponerse por las armas; no es casual que la cuestión de las armas de Hezbollah –que legitimaron su base de poder en el pasado- hoy se encuentren en el centro del debate de las sesiones del Dialogo Nacional y se alejen de la hipótesis de una estrategia de Defensa Nacional junto al ejército libanés. Anticipando trastornos, Sayyed Hassan Nasrallah, Secretario General de Hezbollah, subrayó la necesidad de adoptar una nueva estrategia de Defensa; sin embargo la nueva fórmula se centra en una base actualizada presumiblemente, con el objetivo de rediseñar su proyecto político para Líbano mediante la adopción de un Pacto Nacional y la consiguiente redacción de una nueva Constitución.

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