martes, 1 de marzo de 2011

Líbano y el debate las armas de Hezbollah

El Primer Ministro Interino, Saad Hariri, comenzó su primer día en la oposición con un duro ataque a Hezbollah, al afirmar que las armas del grupo se han convertido en un problema nacional que estaba envenenando la vida política y cultural en el Líbano y necesita una solución nacional. Hariri también acusó a Hezbollah de utilizar sus armas internamente en los últimos tres años para influir en las disputas políticas en su favor, que culminaron recientemente con la destitución del gabinete de Hariri y el posterior nombramiento del Primer Ministro, Najib Mikati, respaldado por Hezbollah para formar un nuevo gobierno.

Poco después de su encendido discurso, Hariri, habló por teléfono con el rey saudí Abdullah para felicitarlo por su regreso a casa después de una ausencia de tres meses para cirugías de espalda en los EE.UU. y un período de recuperación en Marruecos.

A lo largo de su discurso, Hariri hizo hincapié en que los libaneses no pueden soportar la supremacía de las armas de Hezbollah en la vida nacional y política en el país. Hariri se comprometió a no permitir que la supremacía de las armas para envenenar la sincera voluntad de los libaneses que buscan la verdad y la justicia en el asesinato en 2005 de su padre, Rafik Hariri, y el derecho a una vida digna e independiente.

Desde la oposición, las respuestas no se hicieron esperar y Walid Jumblatt fue el primero en responder. El líder del Partido Socialista Progresista, dijo que el Líbano tendría que elegir entre el eje árabe-musulmán o el israelí-occidental, ya que la neutralidad es una opción inexistente en la política; Jumblatt señaló que las armas de Hezbollah se limitan a la defensa de las instituciones del Estado.

El debate de las armas en poder de Hezbollah se ha mantenido desde fue aprobada la Resolución 1559 de Naciones Unidas en 2004. El recrudecimiento en los debates se produce luego de los cambios en el escenario regional, donde Hezbollah ha llegado a una posición de poder -ya no por medios violentos- sino a través de una jugada política; mientras que Irán se encuentra en una cómoda posición frente a la caída de los aliados árabes sunitas de EE.UU. sumado al ascenso de los chiitas en Bahrein, Iraq y Líbano.

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