La delicada situación se ha agravado ante los inminentes dictámenes del Tribunal Especial para El Líbano (TEL), que investiga el asesinato del ex Primer Ministro Rafik Hariri. Las tensiones se hicieron más notorias cuando trascendió que el TEL podría vincular a miembros de Hezbollah en su acusación.
Las presiones por parte de Hezbollah y diversos sectores políticos libaneses para que el Primer Ministro Saad Hariri rompa con el Tribunal y lo deje sin efecto no producto de una situación coyuntural sino que responden a causas más profundas que dividen a la sociedad.
Una profundización de la división interna podría generar una crisis de gobierno como ya sucedió antes de la llegada de Saad Hariri, cuando por meses el sistema político quedó virtualmente paralizado. En este escenario deteriorado, el Estado no ejerce el total control de la soberanía territorial, no detenta el monopolio de la fuerza y parte de su política exterior es conducida por Hezbollah.
Las presiones por parte de Hezbollah y diversos sectores políticos libaneses para que el Primer Ministro Saad Hariri rompa con el Tribunal y lo deje sin efecto no producto de una situación coyuntural sino que responden a causas más profundas que dividen a la sociedad.
La línea que separa al Líbano entre sunnitas y chiitas, con sus respectivos apoyos exteriores – Arabia Saudita e Irán –, son la verdadera causa de la inestabilidad libanesa. Las agendas de la Alianza 14 de Marzo, de Hariri, y de su rival Alianza 8 de Marzo son opuestas y como responden a intereses disímiles resulta inevitable el conflicto, independientemente de que se logren momentos de mínimo consenso como fue para la creación del Tribunal.
Una profundización de la división interna podría generar una crisis de gobierno como ya sucedió antes de la llegada de Saad Hariri, cuando por meses el sistema político quedó virtualmente paralizado. En este escenario deteriorado, el Estado no ejerce el total control de la soberanía territorial, no detenta el monopolio de la fuerza y parte de su política exterior es conducida por Hezbollah.
Hezbollah es el principal desafío del gobierno de Hariri. Tiene la capacidad política necesaria para cuestionar al sistema de poder establecido en los Acuerdos de Taif y puede provocar su revisión o incluso derribar al gobierno, además Hezbollah percibe que en el contexto regional los partidos chiitas se encuentran en plena expansión - como sucede en Irak – e Irán se mantiene desafiante frente a Occidente; de allí su interés en el cuestionamiento de la división de poder libanesa y su prentención de una mayor porción.
Sin embargo Hezbollah no ignora que esto tiene un límite. En el caso de una guerra civil entre sunnitas y chiitas, perdería su imagen dentro del mundo musulmán y árabe – Egipto, Arabia Saudita y Siria – y si bien cuenta con el apoyo de Irán ratificado con la futura visita del presidente Ahmadinejad, abriría la posibilidad de una intervensión norteamericana e israelí.
Hasta el momento el único ganador es el Primer Ministro Hariri. Ha logrado el funcionamiento de una institución judicial - el TEL – y ha soportado los embates de la oposición con éxito sin que se paralice el país. Por otro lado le ha servido para determinar las verdaderas posiciones de sus aliados dentro de la Alianza 14 de Marzo y del tablero político libanés.
Por ello, cualquiera sea el resultado del dictamen del Tribunal o los alcances de la visita de Ahmadinejad, el conflicto permanecerá latente en la superficie en tanto y en cuanto no sean resueltas las divisiones internas y superadas las injerencias externas que alimentan dichas separaciones.
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