La semana pasada el presidente egipcio, Mohamed Morsi, anunció que su país sería el tercer Estado árabe en romper relaciones con Siria y expresó su apoyo a una zona de exclusión aérea impuesta por Occidente; Morsi hizo el anuncio mientras los clérigos sunitas de línea dura pedían a los jóvenes yihadistas egipcios que libren una guerra santa contra el régimen sirio y los militantes de Hezbollah. El pan-islamismo sunita está reemplazando el concepto de pan-arabismo, como resultado de la internacionalización del conflicto sirio, lo que provocó algunas asociaciones en la región, aumentando la tensión. El enfriamiento de las relaciones Hezbollah-Hamas Irán-Hamas, junto a la creciente alianza de Hamas con el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Turquía y Qatar, son indicativos de esto.
Lo que está sucediendo en Egipto se está reflejando en todo el mundo árabe, sobre todo en los movimientos islámicos, tanto los gobernantes y los que luchan por llegar por oponerse a la tendencia nacionalista y progresista entre la juventud árabe. Es la batalla del Islam político en su intento de llegar al poder, no sólo en Egipto, sino en toda la región. La caída de la Hermandad Musulmana en Egipto dañará a los diversos partidos y organizaciones que levantan la consigna de "El Islam es la religión del Estado" y consideran a los musulmanes que se oponen a sus puntos de vista como apóstatas, y mucho menos a los seguidores de otras religiones, sobre todo cristianos.
Las declaraciones hechas por un grupo de hombres religiosos sunitas tras los enfrentamientos en Sidón insisten en "las injusticias que ha sufrido la secta", esta semana las llamadas se hicieron en los medios de comunicación sociales a participar en "la revolución dignidad" en solidaridad con Al-Asir, que sería seguida por una marcha hacia la mezquita de Abra, las declaraciones están firmadas por "el pueblo sunita de Sidón”. El ascenso y la caída de Al-Asir también deben leerse en el contexto más general del movimiento salafista en Líbano, en particular, y el estado de los sunitas de Líbano en general.
No parece haber ninguna duda que Hezbollah jugó un papel sospechoso en la eliminación del Sheik Al-Asir en Abra, esto ha enfurecido a muchos sunitas libaneses; sin embargo, la sensación de muerte se cernía sobre Líbano desde antes de esa confrontación ha disminuido y muchos libaneses han apoyado al Ejército y no lamentan la derrota de Asir. En parte, esto es un reflejo del cambio de actitud hacia los acontecimientos en Siria: en el Líbano, el estado de ánimo está cambiando decisivamente en contra del levantamiento sirio -no por simpatía hacia Al-Assad- sino porque existe la percepción que la guerra civil puede extenderse a Líbano mediante los elementos salafistas.
Para empeorar las cosas, la comunidad sunita está indignada por la forma en que el Ejército se dejó manipular por Hezbollah en Abra, y está cada vez más aislado aunque su narración de los hechos no está en total contradicción con la de otras comunidades del país -creen que el salafista radical provocó el Ejército y pagó el precio por su imprudencia- debido al temor que subyace en toda la sociedad.
Al-Asir mantiene una relación ambivalente con tanto Al-Mustaqbal y Al-Gamaa Al-Islamiya, las dos fuerzas políticas dominantes en Sidón. Al-Asir ha sido respaldado por Bahiya Al-Hariri -el parlamentario de Sidón- pero una declaración del Secretario General de Al-Mustaqbal en Sidón, Ahmed Al-Hariri, sugirió que Al-Asir no era más que "una espina en costado de los opositores". La falta de una visión política o ideológica clara, por parte de los líderes de Al-Mustaqbal, a menudo obliga a recurrir al discurso sectario con el fin de movilizar a su base social y en este contexto los islamistas –especialmente los elementos radicales- son considerados como herramientas útiles para asegurar el apoyo popular.
El presidente sirio, Bashar Al-Assad seguramente estará contento con la caída de uno de sus principales detractores en Egipto y puede permitirse declarar que "El que trae la religión para usar en la política o en favor de un grupo a expensas de la otra va a caer en cualquier parte del mundo. El resumen de lo que está sucediendo en Egipto es la caída del llamado Islam político". La Hermandad Musulmana siria y los sunitas sirios –al igual que sus pares libaneses- han perdido a uno de sus principales apoyos regionales y eso es un respiro para los chiitas y alawitas.
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