La administración Bush tuvo una política de corte aislacionista para los países árabes, basada en la aplicación de sanciones y embargos económico – militares; por otro lado favorecía los desarrollos de asentamientos en los territorios ocupados junto a un importante flujo de cooperación y financiamiento militar para Israel.
La llegada de la administración Obama trajo esperanzas de que estas políticas fuesen revertidas, en particular luego de su discurso en El Cairo – que buscaba un diálogo con el mundo musulmán – y el nombramiento de un embajador norteamericano para Siria.
La llegada de la administración Obama trajo esperanzas de que estas políticas fuesen revertidas, en particular luego de su discurso en El Cairo – que buscaba un diálogo con el mundo musulmán – y el nombramiento de un embajador norteamericano para Siria.
Pero la falta de coordinación entre el Congreso y la Casa Blanca percibida esta semana – luego del veto de la Comisión de Asuntos Exteriores encabezada por el representante Howard Berman (foto) – volvió a instalar las dudas sobre la verdadera intención de política exterior de EE.UU. para la región.
Hezbollah puede ser considerado como un grupo terrorista, de hecho en los informes del Congreso de EE.UU. así se lo denominan . De igual manera, no se puede ignorar que Hezbollah - hoy en día - tiene una capacidad de fuego superior a las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), posee una estrategia y coordinación de combate definida y tiene una clara determinación; por difícilmente le interese a Hezbollah apoderarse del armamento de las FAL o asumir su mandato o infiltrarlas.
Tampoco se puede ignorar la fragilidad del sistema político libanés y la que logrado una tregua con Hezbollah en soledad. La influencia de Hezbollah dentro del escenario político libanés no deviene únicamente de su capacidad armada sino que está sustentada por su representación de 14 miembros en el Parlamento – es decir Hezbollah es parte del Estado – y que cuenta con un consenso popular amplio; de allí que la meta sea cooptar a Hezbollah - en vez de aislarlo o destruirlo – dentro del sistema político para que su postura sea asimilada y el sistema preserve la democracia y su estabilidad.
A lo largo de su historia política, los libaneses han mantenido constantes tales como: la idea de un gobierno laico, los intentos de alejamiento de las influencias iraní - sirias y los sentimientos adversos hacia Israel. ¿Por qué habrían de variar ahora esas constantes?
La negativa a la ayuda militar norteamericana hacia las FAL – órgano del Estado encargado de monopolizar el uso de la fuerza en cualquier democracia – no hace otra cosa que aumentar la influencia de Hezbollah - en el corto plazo – y debilitar la posición de EE.UU. – en el largo plazo – como interlocutor válido en los procesos de paz. La manera más adecuada de prevenir otra guerra civil es capacitando de manera adecuada a las FAL y potenciar el diálogo político interno.
Siria como factor de distensión
El inicio de un proceso de paz entre Siria e Israel, con una agenda que avance de manera eficiente y eficaz sobre los temas de fondo generaría una amplia repercusión en la región y debilitaría la influencia de Hezbollah en Líbano – no militarmente – sino políticamente. Siria ha manifestado mediante su conducta internacional su deseo de salir del aislamiento para de unirse al desarrollo y crecimiento económico, de la misma manera que lo hizo Turquía.
Tal vez la solución al dilema planteado acerca del desarme de Hezbollah o al rearme de las FAL no tenga una respuesta directa, sino una aproximación indirecta como un proceso de paz sirio – israelí bajo los auspicios de EE.UU.
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