Las tensiones en el norte de Líbano han ido en aumento luego que unos 17 sunitas libaneses y palestinos de la zona fueron asesinados por las fuerzas de seguridad sirias hace una semana en una ciudad de la frontera siria mientras se infiltraban para combatir junto a los rebeldes sirios. El conflicto sirio no sólo ha agitado la lucha sectaria dentro del país, sino que también han revivido enfrentamientos sectarios en Trípoli, cuya sociedad local es un reflejo de la situación en Siria; una mayoría sunita que apoya a los sirios en el levantamiento, mientras que los alawitas locales apoyan al presidente sirio.
El Primer Ministro libanés, Najib Mikati, elogió al ejército y dijo que estaba satisfecho con las medidas de seguridad que se habían tomado en Trípoli luego que unidades del ejército libanés reforzaron a las tropas desplegadas en el área durante la noche del domingo, de acuerdo con un plan de seguridad establecido por el Consejo Supremo de Defensa tras una semana de violentos enfrentamientos entre los barrios pro y anti-régimen sirio.
Rifaat Eid, líder del Partido Democrático Árabe, sostuvo que miembros del Ejército Sirio Libre (ELS) participaron en los combates en el norte del país y sostuvo que el ex PM Saad Hariri era responsable de las muertes en el lugar; Eid señaló que los combatientes del ELS no estaban en Tripoli sino que estaban en Bab al-Tabbaneh. Eid, cuyo partido es influyente en el barrio pro-Al-Assad de Jabal Mohsen, también dijo que los combatientes del ELS enviaban "todo tipo de armas" en Bab al-Tabbaneh y se mostró molesto por la falta de funcionarios alawitas, tanto en el gobierno como en la decisiones nacionales, deslizando la posibilidad que los alawitas deberían nombrar a sus propios diputados para tener un representante en el Comité de Diálogo Nacional y otro en la Comisión del Petróleo.
El vice Secretario de Hezbollah, Naim Qassem, el incidente Tal Kalaj, -en el que murieron varios combatientes libaneses durante una emboscada del régimen sirio- es una clara indicación de las repercusiones negativas para Líbano de sumergirse en la crisis de Siria; el funcionario de Hezbollah sostuvo que "El diálogo es la única solución para alcanzar la unidad entre los bandos rivales. Ya es hora de que todo el mundo se da cuenta de Líbano es para todas las sectas y ningún grupo puede eliminar al otro en el país". El funcionario agregó que la mejor solución a la crisis del Líbano es la de mantener el actual gabinete y trabajar en la formulación de una legislación moderna y justa para las próximas elecciones parlamentarias 2013.
Mikati dijo que renunciará si siente que Líbano está en riesgo, lo que sugiere que los diferentes partidos políticos llegarán a un consenso sobre las elecciones antes de las elecciones generales; Mikati señaló que cuando aceptó el cargo de primer ministro lo hizo con el fin de mantener a Líbano unido y que su renuncia tendrá lugar cuando le parezca que su presencia ya no tiene ningún valor. Sin embargo, Mikati advirtió que la renuncia del gobierno no resolvería la necesidad de nuevas elecciones parlamentarias, lo que sugiere un nuevo gabinete que se encargaría de supervisar los comicios programados para mediados de 2013.
Las autoridades libanesas han recibido los tres primeros cadáveres de un grupo de 17 militantes recientemente asesinados por el ejército sirio en el interior de Siria; clérigos locales dijeron que el funeral de Mohammed Al-Meer, uno de los militantes, se celebró en Trípoli confirmando así los dichos del embajador sirio en el Líbano, Ali Abdel Karim Ali, quien había anunciado que Damasco había accedido a repatriar los cuerpos de los militantes libaneses.
Los grupos armados se han enfrentado intermitentemente en Trípoli desde finales de 1980, motivados por diversas cuestiones políticas y territoriales siendo la guerra civil en Siria la última excusa más que la razón de la presente violencia en el área.
La semana pasada, surgieron informes de que todos los grupos salafistas se unieron a las órdenes del jeque Hussam Al-Sabbagh, un ex combatiente de Al-Qaeda en Afganistán, que es buscado por el gobierno libanés; pero la unidad total es difícil en las áreas sunitas. El Comandante Abul Abad dijo que muchas de las facciones se habían tratado de unir en el pasado, pero que fracasaron debido a la presión política; en Tripoli subyace el temor que los combatientes del ELS que habitan el barrio de Bab Al-Tabbaneh –de mayoría sunita- comiencen a rodearlos, ya que son superados en número, de los 500.000 habitantes de Tripoli menos del 10% son alawitas y el resto son sunitas.
Los políticos libaneses coinciden que es necesario que el país se distancie de la guerra civil de su vecino, pero a medida que los rebeldes sunitas avanzan en Siria y comienzan a cercar a Damasco, los combatientes libaneses entran a Siria para ayudar a sus homólogos sunitas; esta participación hace cada vez es más difícil que el gobierno mantenga su neutralidad y es por ello que las denuncias de los rebeldes sirios sobre combates contra las tropas sirias respaldadas por Hezbollah son cada día más comunes.
El ejército libanés ha recibido instrucciones para devolver el fuego en un intento de detener la espiral de violencia dentro del país, pero los residentes en Tripoli dicen que es inútil y varios soldados han resultado heridos. Esto se debe a que los sentimientos anti y pro Siria en realidad son la punta del iceberg de un conflicto religioso entre sunitas y chiitas; la proximidad de las elecciones y la eventual caída de Bashar Al-Assad serán dos instancias cruciales para evaluar la estabilidad del sistema político libanés y determinar si los incidentes en el norte del país son hechos propios de la guerra civil siria o no.
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